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Yo (Richard) iba a empezar por decir que antes me grababa y luego reproducía el video en el televisor para que nuestros hijos me escucharan, pero yo (Linda) le recordé que su columna es sobre escuchar a nuestros hijos, no sobre cómo conseguir que ellos nos escuchen. Como ven, ese es el problema de base de la mayor parte de las relaciones; esa sola palabra: ¡escuchar! Discursear, o cualquier otra forma de monólogo unilateral, no es comunicación. Si queremos tener una verdadera comunicación con nuestros hijos, debemos aprender a escuchar de formas que los lleven a abrirse y expresarse, que les hagan sentir que confiamos en ellos y que pueden confiar en nosotros. Por supuesto, el tema es demasiado amplio para una sola columna, pero queremos proponer diez ideas que consideramos útiles. Cada uno elegirá de la lista aquellas ideas que considere adecuadas para su caso:
- Establecer contacto visual. Hay que demostrarle al niño que se le está prestando atención.
- Hacer las preguntas apropiadas, que con frecuencia comprenden las palabras “cómo” y “sentir” (“¿Cómo te hizo sentir eso?”) en lugar de las palabras “no” y “sabías” (“¿Acaso no lo sabías?”). Hacer preguntas que hagan pensar a los niños y que no puedan contestarse con una sola palabra.
- Aprender a usar la palabra “realmente”. Puede decírsela con decenas de entonaciones diferentes, y por lo general extiende y profundiza una conversación. Puede implicar sorpresa, elogio, coincidencia o empatía, e indica que se está escuchando, al tiempo que alienta al niño a seguir hablando.
- Aun mejor que la palabra “realmente” es la técnica de reformular lo que el niño acaba de decir, pero no como juicio, resolución o punto final a algo, sino que hay que limitarse a repetir lo que dijo con nuestras propias palabras, de modo tal que el niño compruebe que se lo escuchó y se sienta animado a continuar. Es difícil. Es mucho más difícil decir: “Ahhh, así que me dices que Jason no fue muy agradable contigo hoy” y luego guardar silencio, que seguir nuestro primer impulso paternal y decir: “¿Por qué haría eso?”, “¿Y bien? ¿Qué le hiciste tú?” o “¿Tengo que llamar a su madre?”
- Hay que aprovechar el tiempo que se está en el auto con los niños. Apagar la radio y hacer buenas preguntas. Ellos no pueden levantarse e irse, y tampoco nosotros.
- Usar el momento de arropar a los niños en la cama, como una instancia de comunicación. Los niños que no nos dicen nada cuando están bien despiertos, en medio de la tarde, nos lo contarán todo cuando están distendidos y cansados, y cuando saben que tal vez puedan permanecer despiertos un poco más, si mantienen viva la conversación.
- Elogiar y recompensar las preguntas. Dar respuestas rápidas o expeditivas a las preguntas de los niños, es desperdiciar oportunidades. Hay que empezar por decir, “Qué buena pregunta”, y luego agregar algo como: “¿Cuál crees que es la respuesta?” o “¿Cómo se te ocurrió una pregunta tan buena?” Hay que convertirla en una conversación lo más larga posible, y luego sugerir continuar con la charla más tarde o hacer algo de investigación juntos.
- Usar todos los medios sociales y medios de comunicación que utilicen los niños (pedirles que nos enseñen a usarlos). Si tienen edad para usar Facebook, hagámoslo también nosotros, y hablémosles por esa vía. Hacer lo mismo con Twitter e Instagram. Mandar mensajes de texto y tweets. Encontrarse con ellos donde se encuentren, y luego esperar que también ellos se encuentren con nosotros donde estemos. Hablar en verdad frente a frente, cuando estemos juntos.
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Tratar de decir “no” con menos frecuencia. Tenemos un buen amigo que ofreció a sus hijos un dólar por cada vez que dijera la palabra “no”. Le costó algo de dinero, pero pronto descubrió que había otras formas más agradables de contestar con una negativa cuando tenía que hacerlo.
- En la mesa o por la noche, pedir a los niños que cuenten lo más “alegre” y lo más “triste” de su día, y contarles los nuestros. Ahhh, escuchar da fuerzas y demuestra amor. Todos sabemos que es la clave para una mejor comunicación, y esperamos que estas ideas, u otras que surjan a partir de ellas, nos ayuden a todos a mejorar. A propósito, la mayor parte funciona igualmente bien, cuando se les aplica a escuchar a nuestro cónyuge.